Poemas
La Muerte pasea conmigo
La Muerte pasea conmigo
en calles infestadas de soledad
va descalza y lleva vestido nuevo,
mi perfume le agrada
y suspira con los poemas que le dedico,
tiene una rosa entre sus senos
y en noches cuando la locura
y la melancolía destrozan mi corazón
ella entona para mí
el canto de los desahuciados.
No estas solo -me dice y continúa-
yo soy quién se rindió a tus penas
las veces cuando el amor te despreció,
no uso promesas ni ilusiones
pero soy la última esperanza
puesta en tu tragedia,
siempre te he visto en un lecho de sangre
con la sonrisa apagada
mientras los pensamientos
dibujan un cementerio marchito.
Y yo, caído en el éxtasis le respondo:
de todas las mujeres
que se cruzaron en mi vida
¡tantas o tan pocas!
como la fugacidad de mi alegría,
sólo en ti la belleza
se convierte en bendición,
por eso te invoco desde el infinito
cuando mojo mis recuerdos
y sólo encuentro grandes abismos
Las ruinas del hastío
Y se hizo la muerte,
cuando las gotas de sangre
en mi corazón,
cubrieron tú último recuerdo,
la noche más negra,
hacía llover mansedumbre,
sobre las cicatrices
de mis ojeras,
restregadas desde siempre
en lágrimas venenosas,
que lentamente infectaban
esa imagen llamada: mañana,
así llegó el olvido
miserable, mezquino y traicionero,
para derrumbar mi ser
hasta un sombrío lugar,
donde los demonios temen entrar,
un sucio y solitario lugar,
donde las ruinas del hastío,
conciben sentimientos sombríos
que lloran sangre
Sobre tu lápida
Rose funeral de tus mañanas frías,
en la consumación y en el adiós
¿Por qué tan pronto partiste
a la tempestad infinita
donde las rosas también se sacrifican?
Ahora sólo platicas con la muerte
y con mi pesadumbre
que día a día deposita un quejido
en ese empolvado lienzo
donde aún no encuentro respuestas.
Y es que sólo sobre tu lápida
he podido tallar estos versos,
porque fui habitante en tu noche más triste
cuando los cuervos picoteaban el corazón
hasta dejarlo desnudo.
En tus caminos fangosos
encontré las entrañas de una ilusión,
que aunque llorosa y marchita
se convirtió en cadena
con la que algún día arrastraras mi ataúd.
Patología de errores
Desde que te fuiste
escapo del día y decapito ilusiones,
rehúyo de los sitios poblados con sonrisas.
Levanto un osario en torno a mi soledad
para ahogarme con aquellos fracasos
que se atravesaron en mi destino.
De cualquier fiesta armo un funeral,
tan deprimente y majestuoso
que hasta el vino se convierte en sangre.
Mi vida siempre fue una patología
sometida a tus labios prohibidos
que no terminan de torturarme.
Hoy camino hacia el infierno
donde las almas se rasgan unas a otras
hasta disipar los remordimientos.
Le ofrezco mi oración a la Muerte
y me uno a su olvido que es tan frío
Ilusiones deshechas
Es la sentencia de gusanos,
dolor y melancolía
engendran pantanos de sangre
que hunden el último resquicio de ilusiones
donde el corazón se aferra
a un solitario pantano,
la luna pudre los rincones
donde se echan sus pinceladas,
mientras el torrente del alma
se arroja travesía abajo
por el crepúsculo de mis ojos
hasta mojar mis alas
y cobijar mi sepulcro
entre flores rotas
y velas apagadas
anhelando que mi dolor
apague la sarcástica sonrisa
en el eterno anochecer
donde me encuentro.
Velo rasgado en la ceniza
Es otra pesadilla
y sigo aquí entre estas líneas,
con el primer amor
que también fue el último.
¡OH santísima noche!
Tráeme la calma vestida de recuerdo.
Ahora sólo sé que no estoy,
porque mi paz se la llevó el viento,
orgías de versos dejé rasgadas
entre estas paredes más olvidadas
que las de mi propia tumba.
Y es que deseo amar y odiar,
tomar mi alma
entre los velos de la memoria
para ser hoja cremada que no vive
pero existe en las cenizas.
Beber vino en las calaveras,
todo se pintaba tan fácil,
el ataúd y las flores
dejando a un lado las pesadumbres.
Polvo fúnebre que cual veneno
hurga en mis entrañas
y acaricia la locura
hasta estrujar las pupilas.
No sé lo que queda de mí
sólo soy el grito extraño
que algún muerto depositó
en camino incierto.
Las campanas están sangrando
sobre sepulcros miserables
donde los días no tienen nombre
y las noches se llaman penas.
No puedo cobijar esperanzas,
soy: el tedio más enfermizo,
el miedo que niega la existencia
bajo la funesta laguna
que acompaña a los poetas.
Muerte sin agonía
Mi pesado lamento
deja caer entre tus huesos
los días grises cuando la locura
era un demonio que devoraba
a nuestras almas heridas,
toda la sangre que rebosante de belleza
cubría tus pupilas
era una excusa para amarte
sobre el fango de mis propios tormentos.
De un día marchito hice mi refugio
y me lancé a esperarte,
hasta que el tiempo se convirtió
en el juzgado que retendría tu ausencia,
ya hundido y sin vida
me llené con la pesadumbre
que dejan los ángeles
cuando juegan a ser humanos,
mientras se derrumban al sufrimiento.
En mi corazón encontré tu silencio
que más tarde se convirtió en grito
y en gemido agonizante
que derrumbó los cimientos
donde debían posarse otros labios,
así me fui acostumbrando al tiempo perdido,
a desconsuelo más infame
y al llanto que sin agonía
se transforma en muerte para el alma.
Lamento nocturno
La luz es mi infierno,
las sombras: mi paraíso,
el amor y el desamor
una metáfora de los primeros siglos
cuando las paredes de mi tumba
se empañaron con soledad y tristeza,
abandonado, bajo el velo de rosas muertas
encadené mi alma
a un lazo de lágrimas infinitas.
Todo el dolor que me faltaba llorar
se convirtió en veneno
para mis ilusiones,
mientras la copa se trisaba en mis labios
insensibles por falta de vida,
tras cada anochecer
dormían también mis miedos
y la tragedia inevitable
de no llevar sombra ni reflejo.
Y caía la noche
abrupta y misteriosa,
para levantarme del silencio,
me transportaba al bosque de la nada,
a los paisajes con flores dormidas,
a los manantiales del vino rojo
y al recuerdo de lo que un día fui
para observar con luto
Poema de Bécquer
(Visto desde mi atormentada alma)
Volverán los entristecidos cuervos
de tus labios sus lágrimas a enjugar
y otra vez con sus alas heridas
sangrando te hablarán.
Pero aquellos que en cansado vuelo
recogían tu belleza y mi melancolía,
aquellos que guardaban nuestro amor
esos ¡No volverán!
Volverán las negras rosas
de tu corazón las espinas a clavar
y otra vez al tedio, aún más marchitas
sus pétalos han de rasgar.
Pero aquellas gotas de sangre
cuyas muertes sentíamos palpitar
y caer al vacío de la vida
esas ¡No volverán!
Entonces un cariño bastardo
pondrá en tus labios un beso vulgar,
tu alma de mi epitafio
para siempre se alejará.
Pero, hastiado y suicida y sin plegarias
como se ama a la Muerte al anochecer,
como mi oscura alma te ha amado
¡Maldita: así no te amarán!
Letanía de amor
En la fría arboleda
donde se esparce mi quebranto,
tu mirada de geranios,
destaja en el ambiente
un miserere
de colores desflorados,
que pronuncian mi nombre,
como una aberración enramada
sobre un jardín de sepulturas,
que ansiosas desean acariciar tu cuerpo,
para luego estrechar sus lenguas
hasta el ocaso
donde descansa mi miserable alma,
tus labios semiabiertos
al destello de mis laceraciones,
los acaricio entre los negros espinos
de mi sangrante imaginación,
para tenerte sobre las siete lunas
de mi crepúsculo,
invocaré a la sangre,
para que arrastre por tus entrañas
la letanía de mi amor.